EL MUNDO › ESCENARIO

Querido Líder

 Por Santiago O’Donnell

Uno ve desde muy lejos las fotos del traspaso del poder en Corea del Norte, con el nieto del fundador del régimen ahora convertido en Querido Líder, mientras su padre, el Querido Líder anterior, es velado en una caja de cristal y miles de norcoreanos pasan a ver y lloran su muerte.

La verdad, todo bastante normal. Vienen diciendo desde hace décadas que el régimen no aguanta, pero no sólo aguanta sino que se renueva, ahora con un Querido Líder educado en Suiza. O sea, el régimen más totalitario y personalista del mundo, el más aislado porque no se permite Internet, ni videos, ni películas extranjeras, el más empobrecido del vecindario de los tigres y los gigantes asiáticos, todo bien, pasan los años y no se cae y lloran a su Querido Líder. ¿Por qué?

Qué sé yo. Habría que estar ahí. Bancarse la ocupación imperial de Japón (1905-1945), después que te traten como trofeo de guerra, te partan en dos y te dividan entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y caer del lado de los soviéticos (1945); ir a la guerra (1950), empatar (1953), seguir del lado de los soviéticos y cuando los soviéticos se caen (1991), seguir ahí, bajo el ala de los rusos, pero sobre todo al cobijo de los chinos, que son más parecidos, que también tienen líderes queridos y también desconfían de Internet.

Y siguen ahí, aislados en una península, con líderes queridos que no toleran disidencias y que logran acumular suficiente plutonio como para construir seis, siete, ocho bombas atómicas, suficientes para hacer ruido si no los dejan en paz.

Imaginate que venís de todo eso y tenés cuarenta mil marines yanquis del otro lado de la frontera, apuntándote con sus cañones. ¿Qué hacen ahí, tan lejos de casa, tan cerca de los mandarines, los marines? Que la Guerra Fría, que Japón, que el equilibrio regional, bla, bla, bla. Podrán decir lo que quieran, pero los norcoreanos no representan una amenaza expansionista.

Los norcoreanos podrán tirar unos tiros en el mar Amarillo, pero no quieren invadir otro país, a lo sumo recuperar un par de islotes. Estados Unidos tiene un arsenal de bombas atómicas en Japón y un ejército de ocupación en Corea del Sur. ¿Para qué?

El avance de la tecnología lleva al mundo a alejarse de las guerras convencionales de los grandes ejércitos, hacia operaciones bélicas más cortas y contundentes. En los conflictos armados contemporáneos, las potencias no se enfrentan entre sí como a mediados del siglo pasado, ni a través de intermediarios, como en la segunda mitad de ese siglo. Ahora se enfrentan a organizaciones supranacionales que defienden determinados intereses económicos y políticos, como puede ser “el terrorismo islámico” o el “narcoterrorismo”, para ponerlo en sus términos. No pelean gobierno a gobierno, régimen a régimen, a lo sumo apoyan a los “rebeldes” del gobierno que quieren voltear.

Los grandes ejércitos son inútiles para enfrentar al terrorismo. Más bien, al estacionarse en bases desplegadas por todo le mundo, alientan el odio y el resentimiento de los habitantes de los territorios ocupados y ofrecen blancos accesibles para quienes deseen combatirlos. Los ejércitos invasores tampoco sirve para alentar a los “rebeldes”, más bien los dejan escrachados. ¿Qué se puede hacer con esos contingentes y con la industria que los alimenta?

Digamos que el tristemente famoso complejo militar industrial, además de reafirmar las relaciones de poder de las grandes potencias, en el caso de los estadounidenses provee miles de puestos de trabajo en Arizona y Nueva Inglaterra. No es algo fácil de desmantelar.

Dejemos a los marines ahí, en Corea, donde tenemos un país aislado y retrasado cuya tradición animista-cristiana les permite soñar con un Querido Líder guiado por una fuerza celestial, que mantiene a raya a los extranjeros y edifica los cimientos de una futura Gran Corea unificada. Ahí sí, metamos miles de soldados y decenas de bombas atómicas para mantener el miedo.

Entre 1994 y 1998, casualmente cuando se produjo el último recambio de queridos líderes, Corea del Norte sufrió una de las hambrunas más duras del siglo pasado. Distintas estimaciones colocan el número de muertes entre medio millón y dos millones, en una población que entonces superaba los veinte millones, amén de una generación entera de chicos malnutridos. Una inundación había barrido la cosecha, el programa de reparto de comida colapsó, y la ayuda humanitaria fue muy poca y se repartió mal, explicaron los expertos. No hubo protestas. Dicen que cualquier disidente en Norcorea es ejecutado en el acto, de forma sumarísima y se acabó la discusión. Dicen que recién ahora los norcoreanos se están avivando porque les entran videos chinos de contrabando. Pero llorar, lo lloraron.

Los marines en la frontera son la principal carta de presentación del nuevo Querido Líder Kim Jong-un. Tendría que ser muy tonto para no usarla como argumento de legitimación: parece que sólo con eso le basta y le sobra.

Por lo que puede verse en las fotos, Corea del Norte será el país más aislado y totalitario de este mundo globalizado y liberal, pero una lógica lo contiene y un mercado lo sostiene. Casi como que si no existiera, alguien lo tendría que inventar.

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Imagen: AFP
 
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