Domingo, 15 de junio de 2014 | Hoy
EL MUNDO › LA ELECCION PRESIDENCIAL DEFINIRA LA CONTINUIDAD DEL PROCESO DE PAZ
El presidente derechista Santos llega a esta instancia con respaldos de izquierda, alentados por el impulso que su reelección daría a los diálogos de paz con las FARC y el ELN. El también derechista Zuluaga prefiere la mano dura.
Juan Manuel Santos y Oscar Iván Zuluaga definirán en las elecciones de hoy no sólo quién será el presidente de Colombia, sino también la continuidad o el estancamiento de los diálogos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), para lo que tendrán que convocar a las urnas a algo más del exiguo 40 por ciento del padrón que participó de la primera vuelta el 25 de mayo. El centroderechista Santos, que sacó un 25 por ciento de los votos en la primera vuelta, llega a esta instancia con respaldos de izquierda, al menos parciales, en el caso del Polo Democrático y la Marcha Patriótica, alentados por el impulso que su reelección daría a los diálogos de paz con las FARC, iniciados a fines de 2012, y el ELN, anunciados estratégicamente el lunes. Una de las que hizo punta desde este sector fue la ex candidata del Polo Democrático Clara López, quien reunió el 15 por ciento en la primera vuelta.
Por la misma razón también se alinearon detrás de la candidatura del presidente un abanico de dirigentes del Partido de Liberal, ex M-19, personalidades de la cultura y hasta la ex candidata Ingrid Betancourt, quien estuvo seis años secuestrada por las FARC, entre otros. Zuluaga, que sacó un 29 por ciento en los comicios del 25 de mayo, sumó el respaldo de su competidora del Partido Conservador en esos comicios, Marta Ramírez, que luego de obtener un 15 por ciento de los sufragios pasó, a título personal, a trabajar en la campaña del uribista. El quinto candidato en la primera vuelta, Enrique Peñaloza, que reunió algo menos del 8 por ciento de los sufragios, no se pronunció a título personal, pero se estima que los votantes de la Alianza Verde se desperdigarán entre ambas opciones, con alguna preferencia por Santos.
El caso es que estos porcentuales son relativos, no sólo porque los transvasamientos de votos no son lineales y menos en un país donde el sufragio no es obligatorio, sino porque con un abstencionismo de más del 60 por ciento esos guarismos se reducen notablemente. El 29 por ciento de Zuluaga, por ejemplo, significa apenas el 9,56 por ciento del padrón de 32.975.158 ciudadanos habilitados para participar de los comicios. Y en el caso de Santos ese porcentual se reduce al 8,24 por ciento. Si los que se abstuvieron en estos comicios se hubieran sumado al 6 por ciento de los que votaron en blanco, la elección de hoy no se hubiera hecho, ya que la Constitución de 1991 establece que si el voto en blanco es la opción más votada hay que convocar a nuevas elecciones con otros candidatos. Afortunadamente, para Santos y Zuluaga eso no corre para la segunda vuelta. De todos modos, el politólogo Jorge Bustamente dijo que se prevé que en esta segunda vuelta el abstencionismo volverá a sus niveles históricos del 50 por ciento del padrón, porque se trata de una definición. Ahora, las razones de que haya crecido el abstencionismo en una elección trascendental para la paz son otras. “El electorado no fue a votar porque las encuestas dieron que el problema de la paz está en el puesto 6 o 7 de sus preocupaciones. A nivel urbano el tema de la paz no afecta mucho a la gente, porque las guerrillas son un fenómeno rural.”
“La polarización se dio en torno de la paz y no se habló de infraestructura, de educación, de salud, a pesar de que las encuestas indicaban que ésos eran los temas que interesaban más a la gente”, agregó Bustamente días atrás. Sin embargo, el eje de ambas campañas siguió pasando por las negociaciones de paz con las guerrillas más añejas del continente, luego de 50 años ininterrumpidos de conflicto interno. El dueño del discurso por la paz es Santos, que ha repetido hasta la saciedad que su propuesta para un nuevo mandato apunta a pacificar el país y, para ello, recuerda las negociaciones que lleva adelante en Cuba con el grupo guerrillero FARC desde noviembre de 2012 en La Habana.
A ese argumento sumó esta semana el anuncio de la apertura de una mesa de negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda guerrilla del país, que fue negociada secretamente en Ecuador pero que todavía no se sabe en qué país se concertará. Las ofertas explícitas son Uruguay y el mismo Ecuador. En el otro extremo de la balanza está el candidato derechista, Oscar Iván Zuluaga, quien a pesar de no negar su interés por pacificar al país, plantea una revisión de lo negociado hasta el momento y la imposición de nuevas condiciones que, según dijo el experto en el proceso de paz colombiano Iván Marulanda, harían caer el proceso de paz.
El presidente colombiano intentará lograr su reelección para pasar a la historia de los colombianos como el líder que logró la paz con la guerrilla tras cinco décadas de conflicto armado, si se acuerdan los diálogos de paz que su gobierno inició con las FARC y que está por instalar con el ELN. Santos se maneja diplomáticamente en la arena política: gobernó bajo la tutela de una coalición y con la única oposición de Uribe, quien lo acusa de “castrochavista” y ahora, en esta campaña, de usar dinero del narcotráfico. Por el lado de la izquierda, lo acusan por sus pactos no cumplidos con el sector agrario pero lo aplauden en cuanto a su iniciativa de paz, la llave para el respaldo en la segunda vuelta electoral.
En esta gestión le quedaron por resolver el problema del campesinado, infraestructuras y las reformas de salud y educación. Santos, casado con María Clemencia Rodríguez y padre de tres hijos, sostiene que es posible que antes de finalizar este año se firme la paz a pesar de los obstáculos puestos por sectores de derecha, y asegura que para eso necesita otros cuatro años más. Para demostrar su confianza en el resultado de hoy señaló que a partir de 2018, cuando termina el mandato que se pone en juego en este ballottage, piensa dedicarse a dar clases en alguna universidad del extranjero.
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