Mayoría absoluta –y no dos tercios– para aprobar los artículos de la nueva Constitución y convención plenipotenciaria, es decir, no sujeta a la legalidad vigente. El Movimiento al Socialismo (MAS) decidió ayer jugarse el todo por el todo para lograr estos dos objetivos, apelando, como en otras oportunidades, a la pelea en las instituciones y en las calles. En la tarde, los constituyentes del oficialismo de todas las regiones de Bolivia cerraron filas para la gran batalla: desplazaron a los negociadores más moderados, continuaron negociando con los partidos pequeños y comenzaron a aceitar la poderosa maquinaria sindical con la que cuenta el partido en el gobierno. Con esas armas intentarán forzar hoy la votación en la reunión plenaria que sigue aplazándose. Fuentes consultadas por Página/12 dijeron desde Sucre que “la estrategia es no aceptar, en ningún caso, la lógica de los dos tercios, que les da capacidad de veto a las minorías de derecha”. Para la votación, el oficialismo y sus aliados lograrían más del 60 por ciento de los votos y con eso buscarán imponer su criterio. “Y si la derecha de Podemos se quiere ir que se vaya, en todo caso esa decisión no va a ser unánime, muchos se van a quedar”, dicen en el “ala radical” del MAS. Esta batalla está reactivando las tensiones regionales: los comités cívicos de las autonomistas Santa Cruz y Tarija también amenazan con movilizarse pero con objetivos exactamente opuestos: defienden los dos tercios y no quieren –más bien temen– una constituyente con plenos poderes.

En este clima de estancamiento, tensión creciente e incertidumbre, algunos ya sienten el eco de los dinamitazos que, en junio 2005, impidieron en esta ciudad que el entonces jefe del Senado Hormando Vaca Diez sucediera al renunciante Carlos Mesa y se pusiera la banda roja, amarilla y verde. Ayer fueron unas pocas decenas los manifestantes. Pero pueden ser más en los próximos días.