EL PAíS › EL INTENDENTE ACUSADO, SU SECRETARIO DE GOBIERNO, SUS APOYOS “TRAICIONADOS”, LOS EMPRESARIOS

La galería de Pinamar

Es el escándalo político del verano y una especie de versión pueblo chico –pero elegante y con jet-set– de otros casos nacionales. Esta historia tiene un amplio elenco de políticos nuevos y viejos, intereses económicos e irregularidades de difícil pronóstico.

 Por Alejandra Dandan

La ciudad no se apaga. Las luces de las cámaras siguen instaladas frente al Honorable Concejo Deliberante donde se negocia una suspensión para el intendente Roberto Porretti, que nadie termina de destrabar. Un concejal pasea ante las lentes con una carta orgánica municipal como si allí tuviera la clave. Un chisme llega a la playa. Los turistas echados en la arena blanca hablan de nuevos y viejos gobiernos como de una comidilla de verano. Esta vez, hay un escándalo. Uno nuevo. Un nuevo tornado político y Pinamar vuelve a sacudirse con las pesadillas de un pasado que no se calla.

“Y es verdad que lo de Cabezas había pasado”, dice, todavía de pie pero a punto de caer en la arena, Mónica, una farmacéutica de Buenos Aires. “Se había calmado el escándalo y ahora esto nos causa una sorpresa. Porque yo digo: si vos sos un tipo honorable tenés que aguantarte cuando te ofrecen algo, ¿no?”

El caso Porretti parece haberse convertido en Pinamar en otra cosa. Las noticias del soborno se oyen entre discusiones repetidas en la arena. Entre los cafeteros que van de uno a otro parador, bajo las sombrillas de los médanos del norte. En un teléfono. En los diarios. Pero no es el pedido de una coima lo que desvela a Pinamar sino otra historia, esa otra historia que tiene que ver con los acuerdos y encerronas políticas por la que cada tanto esta ciudad cae en un escándalo político.

“Porque decime –le toca ahora a la señora Carmen, bajo el sol y con el cuerpo extendido ante la fortaleza de piedra y cemento donde tiene su casa Eduardo Duhalde–, el otro que se fue, ¿no estuvo 16 años? Mirá que no es fácil irse después de 16 años.”

–¡Pero, che! –le dice el marido, reposera mediante–. ¡Qué enterada que estás de las cosas!

Biografías

Roberto Porretti llegó a la jefatura de gobierno hace apenas dos meses. Ganó las elecciones del 27 de octubre luego de una trajinada interna política con una fórmula mixta integrada por el kirchnerismo y el PJ. Su victoria dejó fuera de carrera nada menos que a Blas Altieri, aquel jefe comunal de Pinamar con 16 años consecutivos en el gobierno que creció con un corralón de materiales en la época en la que Pinamar era territorio político de Alfredo Yabrán. Porretti le ganó por 376 votos, sobre un padrón electoral de 15.572 personas, una ventaja mínima que consiguió bajo el amparo de dos poderosos.

Hasta ahí, Porretti era el Profe Porretti. Profesor de biología de la escuela pública Corbeta Uruguay, había armado la biblioteca de Ostende y para sobrevivir llegó a vender publicidad de un periódico local. Con el tiempo, dio sus primeros pasos en política dentro de la Ucedé antes de sumarse al Movimiento Unidad del Partido de Pinamar (MUPP), la agrupación vecinalista creada por Altieri y desde donde se manejaba la ciudad. Más tarde fue asesor de la Fundación Ecológica de Pinamar y consejero escolar del muppismo hasta que alguien le propuso que se presentara como concejal. Porretti se ganó una butaca del Concejo Deliberante antes de las últimas elecciones, permaneció entre la clase media de Valeria del Mar y por entonces nadie pensaba que podía convertirse en intendente.

El año pasado el justicialismo barajó opciones distintas para la campaña. Entre los nombres, evaluaron a Horacio Errasquini, un médico peronista muy carismático que se bajó de la candidatura cuando los sondeos indicaban que el pueblo de Pinamar quería una cara nueva. Una cara distinta, joven y retrato de una nueva política. En ese esquema, Porretti aparecía con mejor imagen que cualquiera. El peronismo se alió con él al espacio del FPV para ganarle a Altieri. El acuerdo se cerró con la distribución de cargos para las listas. Pusieron a Porretti, y detrás le pusieron dos nombres clave: Rafael de Vito y Víctor Jesús Pardo, los dos hombres de negocios que aseguraron en la fórmula el acceso a las llaves de Pinamar.

Los Corleone

De Vito hasta ahora no había tenidos cargos políticos. Es un empresario asociado al negocio de la construcción. Su nombre está marcado en grandes pintadas sobre los camiones de carga de materiales que van cruzando durante el día los médanos y las calles de la ciudad. De Vito & Cía. aparece pintado en los volquetes de escombros, en las grúas, en todo lo que parece estar levantándose hacia arriba o hacia los costados de una ciudad donde los números más importantes del crecimiento económico aparecen en los negocios inmobiliarios. Como Altieri, De Vito creció con un corralón, fortaleció sus negocios en las épocas de amistad con el entonces intendente y ahora hace emprendimientos inmobiliarios aunque cada tanto se detiene en las terrazas de pisos flotantes de una de las playas, Cocodrillo, su parador. Allí estuvo estos días, de camisa color salmón. Don Vito habla sin distancia, le gusta pellizcarles los cachetes a sus interlocutores, como un patrón.

Pardo se sumó a la lista de concejales como segundo. En la época de Altieri había pasado un período como secretario de Gobierno y también como concejal. Tejió su fortuna durante esos años con una sociedad llamada Tepues SRL desde donde maneja las estaciones de servicio de la zona, emprendimientos inmobiliarios y turísticos.

Esas fueron las dos llaves de Porretti. El 28 de octubre, ganó las elecciones con ellos. La gente votó al Profe, pero los sectores comerciales ligados al mundo del turismo sabían que detrás de su nombre había más. No lo querían tal vez, no lo hubiesen votado, pero aquí se dice que Porretti ganó porque sabían que detrás estaba De Vito y Pardo como garantes de acuerdos con los sectores económicos que no pueden perderse. El 10 de diciembre el flamante intendente de Pinamar convocó a todo su gabinete y ahí se vio que en el reparto dejó afuera a los dos poderosos. Dieciocho días más tarde, su jefe de gabinete, Aldo Leonian, golpeó las puertas de la disco más influyente de la costa.

El sagrario

La noche del 23 de junio de 1996 parece ya lejana, pero no lo es tanto en la historia de Pinamar. Aquella vez la Dirección de Narcotráfico de la Policía de la Provincia de Buenos Aires frenó a un coche por exceso de velocidad en el kilómetro 157 de la ruta 3. Los informes periodísticos dijeron entonces que en el auto había 28 bolsitas con dos gramos de cocaína listas para el consumo. A partir de aquel día, Gustavo Mustoni quedó detenido y pasó a ser el primer preso del caso Coppola.

Gustavo Mustoni o Gustavo Palmer dijo después que aquello fue una cama de la maldita policía. En cada entrevista recuerda que después de varios meses en prisión quedó en libertad sobreseído. De todos modos aquellas escenas vuelven una y otra vez sobre los perfiles políticos o coloridos de sus notas.

Palmer es uno de los dueños de Ku, aquel boliche bailable de donde salió la denuncia de las coimas contra Porretti. Es una de las personas más legendarias de la noche, un hombre que les dio vida a más de ochenta discos en los últimos treinta años, y el hacedor del brillo de las noches de Pinamar. Aquí ese complejo bailable no es solo una disco, sino uno de los espacios habitados desde sus comienzos hace 16 años –si no el único– por ese jet-set social y político que hizo de Pinamar una marca. Sus salones los acogieron a puertas cerradas, los refugiaron para permitirles pasar sus noches a los que de día se encontraban en las imágenes fotografiadas de las revistas. Pasó Coppola, Héctor Rubén “Yayo” Cossa, Carlitos Menem Jr, uno de los amigos personales de Palmer, en los noventa; pasaron los fotógrafos de las revistas de moda, la clase política y Florencia Kirchner este último año.

Desde ese corazón sangrante de noches calientes salió la denuncia al intendente. La disco es la única de Pinamar. El complejo reúne dos emprendimientos: Ku y El Alma, de dueños distintos. Palmer es uno de los minoritarios de Ku, donde la explotación comercial está en manos de la sociedad Costa Médanos, una de cuyas caras visibles en estos días es Miguel Cameroni. El Alma, en cambio, es de Javier Porjolovsky.

El complejo funciona a diez cuadras del centro. Desde hace años se fue expandiendo sobre la línea del mar, donde instalaron algunas barras y escenarios a cielo abierto. Esa franja de terrenos fiscales ocupa el ancho de lo que alguna vez pudo ser una avenida sobre el borde del mar. El 28 de diciembre, el jefe de gabinete de Pinamar tocó las puertas del boliche para pedirles a los empresarios el pago por el uso de las tierras fiscales de los últimos seis años. Eso provocó el primer escándalo. Con la temporada inaugurada y el personal contratado, los empresarios decidieron no resistirse judicialmente y escuchar las propuestas.

Leonian les pidió 400 mil pesos, de los cuales sólo 225.000 pesos iban a ir a la comuna. “O pagan o cierro”, les dijo antes de que los dueños del complejo empezaran a fabricarle una trampa. Denunciaron al intendente y a su secretario de Gobierno cuando tuvieron grabadas las imágenes del supuesto pedido de coima con una cámara oculta y un MP3 (ver aparte). Antes de llevarle las imágenes a la Justicia buscaron algunos consejos políticos, reconoció el abogado de Ku-El Alma, Raúl López Presa. Entre ellos, le pasaron el video al presidente del Concejo Deliberante, Rafael De Vito, que sin perder el tiempo salió a pedirle a su compañero de equipo que se vaya, por favor: “Sería una salida elegante que el Intendente dé un paso al costado”, le dijo.

La suspensión

El miércoles, Ku cerró sus puertas por el escándalo. Los dueños no habían aparecido hasta ahora. El viernes a la noche convocaron a una conferencia de prensa, poco después la disco se reabrió como si las puertas bastaran para apartar las dudas y el escándalo.

¿Por qué hasta ahora nunca habían pagado el canon por esas playas? ¿Por qué las cámaras? ¿Por qué en una sociedad donde hasta los cimientos parecen ser testigos mudos de generaciones de secretos, alguien aquí se pone a hablar? Las explicaciones de los gerentes de Ku comienzan y terminan con la intendencia. No pagaron canon hasta ahora porque no se lo cobraban, como tampoco sabían que estaban ocupando terrenos fiscales, dijeron. Alrededor del boliche crecieron estos años emprendimientos hoteleros, y ahora cada vez son más las denuncias que llegan a la comuna por ruidos molestos o escenas de adolescentes doblados que sacuden la buena moral de estas tierras cuando sus cuerpos quedan visibles puertas afuera del boliche cada mañana.

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El intendente Porretti, centro de muy graves acusaciones por corrupción.
Imagen: Télam
 
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