Fue sobrio, informativo y adecuado el anuncio de la operación a que debe ser sometida la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Se detalló cuál es la dolencia, cómo será la intervención, dónde se realizará. Se estimó su evolución posible, que coincide con dictámenes profesionales recogidos en medios de todo pelaje. Se comunicó cuál sería su agenda en los días inmediatos y el plazo de duración de su licencia. Al día siguiente Cristina Kirchner encaró el tema, bromeó al respecto, lo politizó en varios sentidos. En verdad, la salud de los mandatarios es siempre un tema político. Lo mejor que puede hacerse es sincerarlo, ponerlo en el tapete y tener informada a la opinión pública.

Las respuestas fueron variadas, predominó el afecto popular. Los medios opositores y varios comunicadores intentaron ser recatados y respetuosos, hubo quien lo consiguió. No faltó quien se internara en los meandros de “las enfermedades del poder” con nulo asidero científico. El clima de fin de año convence al cronista para dejar de lado tamaña mala onda, cruelmente ideológica.

Lo que sí cabe es desearle a Cristina Kirchner una pronta recuperación, arropada por el afecto de sus hijos, familiares y amigos cercanos. A los motivos personales (el cronista la conoce y respeta desde hace muchos años) se añaden los políticos. La Presidenta encarna las esperanzas y los sueños de millones de argentinos que esperan verla bien, activa como siempre, investida de la autoridad que le confirieron. Como lo hacen tantos ciudadanos de a pie, vayan para ella un saludo y los mejores deseos.