Como recuerdan los economistas de la Sociedad Internacional para el Desarrollo Enrique Aschieri y Mariano De Miguel, los defaults soberanos no son una contingencia del sistema sino una necesidad estructural, y los países que incumplen su deuda no enfrentan sanciones serias en los mercados de crédito en el mediano y largo plazo. El mayor riesgo que en cualquier tiempo y lugar acecha a una sociedad es otro. Sir William Petty –que en su Aritmética Política fue el primero en enunciar y medir lo que actualmente se conoce como Producto Bruto– escribió en su tratado sobre impuestos de 1679: “Si tenemos dificultades para vender nuestros tejidos, sería preferible cambiarlos por vino o incluso cosas menos útiles, y hasta quemarlos durante algún tiempo antes que dejar desocupados a los hombres que los fabrican”. O como observó Piercy Ravenstone en “Unas pocas dudas”, de 1821: ante el desempleo que devastaba a Europa e Inglaterra en el siglo XVI, la ferocidad con que se reprimía hacia crecer el crimen en vez disminuirlo, mientras la mendicidad se expandía como fenómeno universal e informaba que “el celo de Enrique VIII tuvo como consecuencia ahorcar la quincuagésima parte de la población inglesa, sin que ello produjera ningún tipo de mejoramiento en el nivel moral de la nación”.