Domingo, 16 de marzo de 2014 | Hoy
Por Pedro Lipcovich
La depresión y el estrés psicosocial en las mujeres, que las nuevas guías publicadas por entidades médicas definen como factores de riesgo de ACV, remiten en realidad a sus condiciones de vida –observó Débora Tajer, profesora adjunta de Estudios de Género y de Salud Pública/ Salud Mental II, en la Facultad de Psicología de la UBA–. Investigadoras como Mabel Burin, en la Argentina, y Emilce Dio Bleichmar, desde España, estudiaron, por ejemplo, la hostilidad contra sí misma en la mujer, como destino construido a partir de relaciones de poder desiguales entre los géneros. También se ha señalado la depresión en mujeres que habían organizado su vida en torno de la crianza y, a partir del crecimiento de los hijos, se quedan sin proyecto de vida. Por eso, no hay que caer en la idea de que estas cuestiones se solucionan administrando más antidepresivos a las mujeres.
–Esto plantea la cuestión de la prevención en un orden social más vasto que el sistema de salud –observó Página/12.
–Muchos de los problemas que determinan situaciones de salud no pueden ser solucionados desde el sistema de salud. Por de pronto, hay que saberlo y hay que decirlo –contestó Tajer–. Otro factor psicosocial es el lugar que las mujeres ocupan en la sociedad, en tanto articuladoras de los afectos familiares: esto hace que la mujer tenga poco tiempo para sí misma. Aun para mujeres con puestos de alta jerarquía laboral, suele no haber redistribución de lo doméstico, con lo que tienen doble jornada. Y las mujeres de sectores populares con familia suelen postergar mucho las consultas sobre su propia salud. Además, para las nenas no hay promoción de deportes colectivos desde la infancia. El fútbol sigue siendo predominantemente un espacio para varones. Son cuestiones de sociosubjetividad.
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