Viernes, 3 de junio de 2016 | Hoy
SOCIEDAD › ALEJANDRA MARINO, CINEASTA
Por Mariana Carbajal
La directora de cine y guionista Alejandra Marino será parte de la multitud que hoy a partir de las 17 se reunirá frente al Congreso para gritar NiUnaMenos y en diálogo con este diario, cuenta por qué marchará. “Hay algo inefable en la fuerza que se genera estando juntas, cuerpo a cuerpo toda esa energía fortaleciendo la denuncia, exigiendo respeto y basta de asesinatos de mujeres. Ser parte de la denuncia contra el femicidio tiene que ser inevitable, también para los compañeros, para nuestros hijos. Este año es particularmente difícil porque vivimos violencia económica, y el momento también porque los casos de femicidio no paran de subir, cada caso es mucho más que estadísticas, es una mujer y su familia. En estos últimos días dos niñas fueron víctimas, es necesario que la crónica y el morbo no devoren sus cuerpos”, dice ella.
Actualmente, esta rosarina que vive en la ciudad de Buenos Aires está trabajando en una serie de ficción sobre la historia de amor y lucha de Clelia Luro y el obispo tercermundista Jerónimo Podestá. “Y con el guion de una película, Hacer la vida, tratando de armar una coproducción con Brasil. También pergeñando la parte audiovisual para una obra teatral sobre Malvinas. Y estoy terminando Objetos Perdidos, un libro de cuentos y relatos. Parece un montón, pero como soy independiente hay que trabajar mucho para que salgan los proyectos”, cuenta Marino, en su casa-estudio, del centro porteño.
–En su película El sexo de las madres se aborda un tema difícil como la violación. ¿Surgió a partir de alguna experiencia personal?
–Creo que estamos y somos en cada historia que contamos. En el caso de esa película surgió de una experiencia personal, aunque la narración sea ficcional. Fue un trabajo muy fuerte durante el rodaje en cuanto a lo que generaba en el equipo. Yo no quería mostrar la violación, no quería erotizar la mirada. Cuando una de las protagonistas es atacada, estuvimos solo las actrices y el actor, sonido y yo en el espacio reducido de ese baño. El equipo de rodaje solo escuchaba los gritos a través de la puerta y cuando salimos de la toma, fue otro impacto verles las caras, todos estaban lívidos. Igualmente cuando filmamos otro intento de ataque perpetrado por el mismo personaje que años después es un viejo en un pueblo perdido, o cuando rodamos el aborto. Todos los compañeros trabajaban cuidando y cuidándose. Fue un rodaje movilizador y testimonial, porque cada una de las mujeres había pasado por algún tipo de abuso y hablábamos de esto con los hombres del equipo.
–¿Con qué otros proyectos se metió con el tema?
–En teatro con dos obras de Franca Rame y Darío Fo, muy fuertes, porque partían de la experiencia de Franca, que fue atacada y violada por un grupo de fascistas camisas negras. En distintos documentales, por ejemplo en la Serie Flores, mujeres migrantes, donde en uno de los capítulos una de las mujeres cuenta su propia trasformación a partir de haber migrado, porque en su país la violencia hacia las mujeres no tenía penalización. Creo que hasta en Las Muchachas abordo el tema, cuando ellas cuentan cómo de la mano de Evita se animaron a salir y convertirse en sujetos políticos activos, protegiendo a las que sufrían o estaban desamparadas.
–¿Cómo se puede contribuir desde el arte para desarmar la violencia machista?
–Estando presente, tensionando, generando, participando. No entiendo otra forma de hacer arte. Y no digo solamente desde el abordaje de las temáticas, que es muy importante, sino en la forma de comunicar, en las decisiones dramáticas. Y relacionarnos, denunciando toda violencia que se cobra víctimas en el cuerpo de los más débiles.
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