Domingo, 19 de noviembre de 2006 | Hoy
Thierry Iplicjian es psicólogo y asesor de la coordinación del Pnai. Conoció a Romina Gamarra y María Cristina Ojeda dos días después de que hicieran su denuncia y tres desde que habían escapado del prostíbulo Negro el 20, en La Banda, Santiago del Estero. “Era clarísimo que estaban sufriendo un síndrome de stress post traumático. El relato era coherente aunque tenían crisis de llanto. Personalmente no puedo creer que sea mentira todo lo que fueron contando. Hay que tener en cuenta que hablamos durante horas, que mantuvimos contactos telefónicos y nunca hubo una contradicción. Es cierto que alguien puede inventar una fantasía y transformarse en su verdad. Pero hay otros detalles. Desde el Programa venimos trabajando hace dos años, en silencio, sobre estos casos y podemos decir que los prostíbulos que mencionan en Santiago del Estero y provincia de Buenos Aires ya estaban señalados en otras causas. Y todo coincide: la metodología, la forma en que fue-ron captadas, los montos que aseguran que facturaban para los proxenetas.” Lo que está lleno de incoherencias es el texto de la retractación. Dicen que se fueron juntas en colectivo a Santiago del Estero porque querían prostituirse, ¿cuál era el sentido de ir hasta allá? Por otra parte, mal podrían haber ido juntas si una entró en el circuito al menos cinco meses antes que la otra.
–¿Qué tipo de asistencia tenían las jóvenes cuando las vieron por primera vez?
–Ninguna. Después de verlas a ellas, entre el 19 y el 20 de septiembre, tuvimos una entrevista en la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia, les planteamos el problema y recién después recibieron asistencia médica y psicológica. Hay que tener en cuenta que María Cristina, que está desaparecida, necesita atención médica porque se le descubrieron células cancerosas en el útero. De todos modos la asistencia psicológica es urgente.
–¿Por qué?
–Con Romina yo hablaba dos o tres veces por semana. Es una chica muy inteligente que estaba en quinto año de una escuela privada –Escuela Lourdes–, le faltaba un semestre para recibirse. Hasta esta semana repetía que quería seguir estudiando kinesiología pediátrica, lo que demuestra una voluntad de superación, haber buscado una carrera para ella. Y lo cierto es que la experiencia que tuvo es muy traumática. Hablando con ella se pueden advertir los mismos efectos que sufre quien ha sobrevivido a la tortura. En una primera etapa hay negación y más adelante empieza a manifestarse el miedo, el dolor y el entendimiento sobre la magnitud de lo que le había sucedido. Clínicamente los efectos de la tortura y de la violación son prácticamente iguales.
–El problema es que a nadie se le ocurre que una persona torturada haya “buscado” esa situación, como todavía se acusa a las mujeres violadas.
–Claro, lo que varía es la mirada de los otros. Un o una sobreviviente de tortura es un mártir. En la violación o en la reducción a la prostitución se sospecha de las intenciones de la víctima. Y lo cierto es que Romina fue violada tres mil veces. De eso se trata este delito.
–¿Cuándo fue la última vez que habló con las chicas?
–Con Romina, instantes antes de que se retractara. Me dijo que no sabía qué hacer porque la mitad de su familia se lo pedía y la otra mitad no. Yo volví a preguntarle cuál era su verdad. Y ella contestó que la misma que había sostenido siempre, pero que estaba aterrada. Si esto fue así, por miedo, o si hubo una negociación económica, en cualquier caso enseña una modalidad que sirve a la impunidad y demuestra lo inerte que está la Justicia. Porque la familia de Romina y de Ojeda necesitaba protección incluso económica.
–De hecho existía un compromiso del Ministerio de Gobierno de Santa Fe para otorgar esa ayuda económica.
–Lamentablemente no llegó a tiempo. La causa estuvo 60 días sin ni una actuación. Pero lo más importante es la insistencia del Poder Judicial de calificar a estas chicas como “muy marginales”. Estoy citando a la misma fiscal Griselda Tessio. Pero que sean o no marginales no las hace ciudadanas con menos derechos, pero parece que si hablaran en otros términos, si fueran de clase media, se les creería.
–¿Cuál es específicamente su tarea frente a estos casos?
–Lo que intentamos hacer es empoderar a las víctimas para que puedan seguir adelante con las denuncias y con su vida. Por eso buscamos, además de la recolección de datos, que cuenten con asistencia para su salud integral, para su seguridad. Pero lo cierto es que este problema, este delito de la trata, uno lo puede analizar desde la confluencia de los patrones de género, de clase y también de políticas sociales. Porque pareciera que en estos sectores marginales el Estado no llega o llega de vez en cuando. Entonces se vive en un estado de autogestión salvaje, con reglas primarias, de fuerza, que se imponen en el territorio. En estas condiciones, ¿es tan difícil creer que los dueños del lugar se pueden apoderar de una chica y explotarla? No olvidemos que el mito fundante de Roma es el rapto de las sabinas. Apoderarse de las mujeres es una demostración de poder, además de un negocio que genera pocos gastos y ganancias mensuales de más o menos 15 mil pesos por chica.
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