Domingo, 6 de enero de 2008 | Hoy
Fue glamorosa en las primeras décadas del siglo XX, se espantó con el “aluvión zoológico”, recibió el turismo sindical, quedó desmantelada en los ’90. Es la ciudad emblema del turismo nacional. Chapadmalal y los orígenes.
Por Carlos Rodríguez
Desde Mar del Plata
“Hace diez años visité esta ciudad y en ese entonces era un lugar de privilegio, donde los pudientes de todo el país venían a descansar los ocios de toda la vida y de todo el año. (Ahora) bastaría decir que el 90 por ciento de los que veranean en esta ciudad de maravilla son obreros y empleados de toda la patria.” En 1954, durante la primera edición del Festival de Cine de Mar del Plata, el general Juan Domingo Perón exageraba un poco, ante la prensa, los logros de su gobierno en materia de turismo social. La historia había cambiado, era cierto, pero recién hacia fines de la década del sesenta, los trabajadores comenzaron a gozar tan masivamente de sus vacaciones anuales. El hito fundamental, en esta ciudad, fue la inauguración, en el año 1948, del complejo turístico de Chapadmalal, instalado, claro está, a muchos kilómetros del centro de la ciudad, para no irritar tanto a los que se consideraban dueños de la arena y el mar. Y que lo eran, además, de la tierra.
La colonia de vacaciones de Chapadmalal, creada durante el primer gobierno justicialista, contaba con 19 hoteles, uno de ellos especialmente construido para los chicos. Su estructura sólida, revestida en piedra de la zona, todavía se conserva bastante bien, a pesar de que el mantenimiento no es el que debería ser. Está lejos de aquellos primeros tiempos, cuando contaba con asistencia médica gratuita, cines y hasta galerías comerciales. Centenares de niños de todo el país llegan, todavía, al complejo turístico en los meses de enero y febrero, pero hoy ni siquiera son tantos como los que venían en los años del primer gobierno peronista. Entre 1953 y 1954, un total de 24.218 trabajadores estuvieron en Chapadmalal. Ninguno de ellos pagó un centavo ni por la estadía ni por el viaje ni por la comida.
“El turismo social llegó escoltado por consignas clave del peronismo: el aguinaldo, las vacaciones pagas y las jubilaciones”, remarca Elisa Pastoriza, profesora de Historia de la Universidad Nacional de Mar del Plata, en su libro Las Puertas al Mar, editado en 2003 por la editorial Biblos. La proclama de Perón sobre un noventa por ciento de turistas obreros y populares, en ese primer festival de cine, “no pasaba de ser una retórica propagandística”, asegura Pastoriza. “Recién en la década del sesenta se iba a plasmar esa aspiración.” En 1973, poco antes de la muerte del líder, los sindicatos llegaron a tener 62 hoteles propios.
En 1948, el gremio de Empleados de Comercio fue el primero en comprar dos hoteles tradicionales en esos tiempos: el Hurlingham y el Riviera. Recién en el año 1955, pocos meses antes del derrocamiento de Perón por parte de la llamada Revolución Libertadora, el Sindicato Unico Petroleros del Estado (SUPE) dejó inaugurado su costoso primer hotel. La llegada de los trabajadores a las playas marplatenses provocó un abierto malestar en las familias tradicionales de la ciudad.
Fernando Fagnani, en su libro Mar del Plata, la ciudad más querida, da cuenta de esos malos humores: el peronismo “había transformado a la ciudad en una de las experiencias más nefastas de su demagogia”. Las palabras de la cita textual fueron escritas, en una nota publicada por el diario La Capital, por Luis Spognardi, quien fue presidente de la Asociación de Propietarios de Bienes Raíces. El tal Spognardi, un agradecido del golpe militar de septiembre de 1955, aseguró también que de seguir el gobierno peronista, Mar del Plata se hubiese convertido “en un campo de concentración”.
De todos modos, según Pastoriza, los dueños de la tierra, la arena y el mar ya habían sufrido antes un retroceso, en la década del treinta, con la llegada de campesinos y burgueses bastante lejanos, en su pensamiento, de los terratenientes. “Los viejos y tradicionales veraneantes se sienten invadidos” ya desde ese entonces, afirma Pastoriza en su libro. El avance de los gremios fue después indeclinable y, en el año 1965, la poderosa Unión Obrera Metalúrgica compró el Royal Hotel, uno de los últimos bastiones de la elite marplatense avasallada por la chusma.
Pastoriza asegura en su libro que “las banderas del turismo social anunciaban el logro del descanso de la familia obrera y la necesidad de un amplio conocimiento de la geografía del país”. Después llegaron sucesivas dictaduras y gobiernos como el de Carlos Menem, que provocaron con sus políticas el desmantelamiento de los hoteles gremiales. A fines de los ochenta había 93 hoteles sindicales, pero ya había comenzado la decadencia. La UOM puso en venta el Royal Hotel y los demás lugares de alojamiento gremial comenzaron a tercerizar los servicios, un proceso que todavía no se ha interrumpido, a pesar de los avances ocurridos.
“La realidad nos marca que la masificación estuvo vinculada a un fenómeno de crecimiento económico y social de las clases medias urbanas que adoptaron, junto con los trabajadores, como modelo de ciudad de veraneo, aquella que habían ideado las clases aristocráticas en su etapa de mayor apogeo”, dice Pastoriza en su libro. A pesar de la debacle del turismo sindical, que ahora parece querer recuperar terreno, aunque con otras formas, en Mar del Plata siempre hubo presencia de turistas escasos de dinero y de glamour. Son los que comen en las pizzerías o pancherías, los que financian los espectáculos callejeros y los que, muchas veces, duermen bajo la rambla o de polizontes en las carpas.
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