Domingo, 5 de noviembre de 2006 | Hoy
DEPORTES › LA RELACION ENTRE LUIS SEGURA Y CARLOS SUAREZ MASON EN EL DEPORTE
El actual titular de Argentinos Juniors era el vicepresidente cuando el genocida era el hombre fuerte del club, pero asegura que resulta un disparate mezclar a “Pajarito” con el fútbol.
El periodista Guillermo Blanco, por entonces redactor de la revista El Gráfico, dice que recuerda la escena muy bien. Aquella noche de 1980, en la cancha de Atlanta, departían las dos principales autoridades de Argentinos Juniors, el presidente, Próspero Cónsoli, y el vice, Luis Segura, con el genocida Carlos Suárez Mason, responsable de la Comisión Patrimonial del club. Bastante más joven que sus 64 años actuales –se acercaba a los 40– y con grandes lentes oscuros, Segura ocupa el centro de la fotografía que ilustra esta nota. Es la instantánea que una segunda memoria prodigiosa atesoraba en su archivo, colmado por ejemplares del popular semanario, y que bien vale la pena para refrescar otras memorias. Incluida, claro está, la del propio personaje de esta historia, que hoy gobierna la centenaria institución de La Paternal, aunque ya sin la presencia inquietante del general de la última dictadura a su lado, porque falleció el 21 de junio de 2005.
Luis Segura ha sostenido, desde que el militar se convirtió en una carga molesta para quienes lo frecuentaban, que jamás le pidió nada y, mucho menos, que haya pisado su casa. Es más, en declaraciones reproducidas por Página/12 el 8 de febrero de 2004, comentó: “...Muchos de los que defenestran ahora a Suárez Mason le rendían pleitesía”. En aquella ocasión, el general condenado por desapariciones, tormentos y robos de bebés, había violado la prisión domiciliaria para festejar sus 80 años. El dirigente de Argentinos –en ese momento también era presidente– siempre negó que “Pajarito” hubiese comido un asado en el estadio durante su escapada. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos denunciaron el episodio y hasta informaron que el señor Suárez, a secas –como se hacia llamar– había sido visto rodeado de odaliscas en el mismo club de donde lo habían expulsado el 7 de enero de 1999, según consta en la página 224 del libro de actas.
La historia es circular. El hombre que conduce Argentinos en 2006 es el mismo que acompañó a Cónsoli como vicepresidente entre 1979 y 1981. La sociedad militarizada de la época imponía ciertas convenciones. Mientras el suboficial retirado estaba al frente del club, Suárez Mason, el socio 322.082, manejaba importantes asuntos de la asociación civil entre desapariciones y rapiñas. Quiénes le habían conferido las distinciones de titular de la Comisión Patrimonial y socio honorario, son preguntas que Segura podría responder. Fue un protagonista destacado de la institución en esa época.
El 15 de junio de 1979, en un pleito judicial que afectaba al club, el novel dirigente volvería a compartir inquietudes con los dos militares y otros compañeros de comisión directiva. Casi un año antes de que se tomara la fotografía que ilustra este artículo. Fue en ocasión de una demanda civil iniciada por Carlos Augusto Castagneto Marini contra la municipalidad porteña “por devolución de inmueble”. Estaba en juego la cancha de Argentinos, y tanto Cónsoli como Segura se presentaron en el juicio como fiadores solidarios. En la audiencia de aquella fecha también compareció Suárez Mason. Una señal de cómo se comprometía en los asuntos de la institución. Aunque no la más importante.
Si Diego Maradona permaneció en el equipo de La Paternal hasta 1981 se debió en buena medida a cómo el militar proveyó con fondos de toda la sociedad –de la por entonces estatal compañía aérea Austral– al club que seguía desde sus tiempos de arquero (hay quienes sostienen que jugó en las divisiones inferiores). A la par que el comandante de la Zona 1 conseguía semejante auspicio, Segura también hacía lo posible por recaudar fondos para retener al 10. “En dos semanas recorrí como setenta empresas”, le confesaba a Blanco en el artículo titulado “Cuadro de Situación” ilustrado con la fotografía.
El desenlace de esa situación inundó las páginas de los diarios y revistas de la época. Maradona fue transferido a Boca durante aquella gestión de Cónsoli. En Argentinos, antes de despedirse, cobraba unos 25 mil dólares al mes. Con el advenimiento de la democracia, Suárez Mason comenzó a perder gravitación en el club. Ya no se trataba del personaje que “abría puertas y conseguía las cosas”, como sostenía Osvaldo López, un ex directivo. Cónsoli y Segura tampoco eran dirigentes –habían perdido las elecciones en 1981 contra la fórmula del comisario Domingo Tesone y Humberto Carlés– y Diego brillaba en Europa.
Esta última conducción denunció a la anterior por irregularidades, el vicepresidente se sintió perseguido y hasta renunció a su condición de socio por una causa penal que le habían iniciado y de la que salió airoso. Cuando intentó retornar, ya había pasado demasiado tiempo desde la dictadura. En el ínterin, Suárez Mason se había fugado hacia Estados Unidos donde, sería capturado, deportado y más tarde indultado por el gobierno de Carlos Menem. De regreso, y antes de volver a prisión en 1999, el militar aún conservaba la presidencia de la Comisión Patrimonial que le habían otorgado en tiempos de Cónsoli.
Cuando lo sancionaron por su pasado sangriento con la quita de ese cargo, el señor Suárez, como ya se hacía llamar en esa etapa, tuvo que abandonar Argentinos por la puerta de atrás. El día en que oficialistas y opositores –donde se encolumnaba por entonces Segura– votaron por la salida del militar, quien le dio una mano para escapar de la incómoda presencia periodística y de algunos militantes por los derechos humanos que había en la sede de Punta Arenas 1271 fue un individuo que aún se desempeña en el club como empleado de seguridad. Al menos tres fuentes consultadas confirmaron que se trata de la misma persona de conducta violenta que agredió a Luis Sarubbi, un ex asambleísta, durante una reunión de comisión directiva, hace un puñado de años.
Carlos Russo, actual secretario de Hacienda de la entidad, como la agrupación Hinchas de Argentinos Juniors por la Memoria, pueden dar fe de que todavía hay en el club un grupito de nostálgicos de la dictadura. Cuando la Comisión por la Memoria y la Justicia de La Paternal y Villa Mitre realizó un homenaje en marzo de este año a Ernesto Szerszewicz y Guillermo Moralli (dos desaparecidos que eran simpatizantes del equipo y terminaron en las mazmorras de Suárez Mason), Russo fue invitado a hablar en el acto. Después de aclarar que, por unanimidad, la conducción había decidido adherir, manifestó: “Hemos tenido algunas voces críticas a la participación. Gente que ha venido a decirnos que Argentinos Juniors no podía participar en política, que los estatutos del club no nos permitían participar en este acto. Yo le quiero decir a esa gente: ¿qué estatuto puede prohibirnos condenar el terrorismo de Estado?...” ¿A quiénes aludía? Da la sensación de que no era a los socios o hinchas comunes. Su discurso, que coincidió con el 30 aniversario del golpe, puede leerse completo en Internet.
Segura, que busca por estos días su reelección –el 27 de noviembre es la asamblea que decidirá si se modifica el estatuto para que pueda postularse–, debería mejorar su floja memoria para no sostener más que “mezclar a estos personajes (por Suárez Mason) con el fútbol es un disparate”, como afirmaba en febrero de 2004. Pero además, tendría que ser más prudente cuando se dirige a un periodista. Al colega Leonardo Nicosia, del diario Perfil, le dijo apenas terminó una entrevista el 8 de octubre pasado: “Tratanos bien en la nota. Mirá que si no te mandamos a la barra brava”.
A quien escribe estas líneas, dos semanas más tarde y en el palco de prensa de su propio club, le espetó: “Ustedes, los periodistas, son como los barrabravas. La diferencia es que son cultos”. Un instante después sobrevino una agresión que niega con obstinación hasta hoy y que todos los medios reprodujeron casi con papel carbónico.
“Todo está cargado en la memoria, arma de la vida y de la historia...”, canta León Gieco en uno de sus temas más bellos. El presidente de Argentinos podría aprender su letra.
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