Favorecer la capacidad de desarrollo y el comercio a través de políticas activas fue la receta que avaló el presidente Néstor Kirchner en su discurso en la sesión plenaria para frenar la migración en los países pobres hacia los más ricos. Por eso pidió que Europa refuerce su colaboración con el continente con políticas que favorezcan el desarrollo y que no se queden en lo asistencial, por lo que ponderó la propuesta del español José Luis Rodríguez Zapatero –al fin, el único dato concreto que aportó una devaluada XVI Cumbre Iberoamericana– de destinar un fondo de 40 millones de euros para Centroamérica. Ausente el venezolano Hugo Chávez, le tocó al boliviano Evo Morales agitar un poco el debate llevando la discusión al terreno de lo ideológico.

La Cumbre cerrará oficialmente hoy, con la última sesión y las tradicionales conferencias de prensa de balance. La Cumbre no tuvo el brillo que se esperaba, con la ausencia de ocho presidentes de los 22 países participantes, algunos de ellos habituales protagonistas de este tipo de eventos como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y Chávez. Con los hechos a cuestas, Tabaré Vázquez –el anfitrión– y Rodríguez Zapatero –el alma mater del encuentro– pusieron su mejor cara y buscaron que todo saliera adelante. Sin embargo, la sesión plenaria en la que los presidentes se reunieron a debatir el lema convocante, “Migración y desarrollo”, caminó por los caminos previsibles y se tradujo en un rosario de buenas intenciones de concreción improbable.

Los presidentes latinoamericanos pusieron énfasis en que el continente durante mucho tiempo había sido receptor de la inmigración europea, y que ahora debido a la desigualdad de desarrollo entre las regiones se transitaba un camino inverso. Kirchner se anotó en este grupo. De los primeros en hablar, el presidente argentino recordó la tradicional buena recepción a los inmigrantes, principio consagrado en la Constitución de 1853. Y dijo que así como en un momento se recibió a los viajeros europeos, hoy toca recibir a los inmigrantes de los países vecinos. Allí mencionó la iniciativa de Patria Grande, por la que el gobierno argentino aceleró la radicación de los inmigrantes que vivían en el país.

Rodríguez Zapatero, inevitable receptor de los reproches americanos hacia las políticas de restricción de los países desarrollados, explicó que su postura es a favor de la inmigración. “Pero de la inmigración legal”, subrayó. Por otro lado, habló de la pobreza y del cambio climático como los principales problemas que hoy enfrenta la humanidad.

Evo Morales puntuó su mensaje desde lo ideológico. Desarrolló la idea de que la inmigración nunca había sido un problema cuando fue de norte a norte. Menos aún luego, cuando fue de norte a sur y los europeos llegaron a Latinoamérica. “Pero cuando la emigración es de sur a norte es cuando se la criminaliza: hay muros, hay deportaciones”, subrayó.

Entonces contó una anécdota que ubicó en la década del ’90, cuando fue invitado por el ayuntamiento de Bilbao a un congreso en el que se hablaría de drogas y coca. Recordó cuando llegó al Aeropuerto de Baraja y “dos uniformados” revisaron sus documentos y le pidieron 500 dólares para seguir viaje. Evo les respondió que no tenía ese dinero y, pese a que les mostró la invitación del ayuntamiento, quedó detenido. Después de una hora, con las mismas exigencias, Morales contó que se enojó. “Si por 500 años me saquearon, no hay 500 dólares ahora”, les soltó. Recordó que un policía se enojó pero el otro lo dejó ir. “Negro, andá nomás”, le dijo, y pudo seguir hacia Bilbao.

Evo reivindicó su medida de nacionalizar los hidrocarburos en el contexto migratorio. Explicó que en el futuro Bolivia podrá embolsar 3 o 4 mil millones de dólares extra por año, por lo espera que ese dinero sirva al desarrollo y frene la migración en su país.