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Las cifras del Indec revelan que, durante el segundo semestre de 2009, cerca de 692 mil hogares en los 31 aglomerados urbanos encuestados se encontraban con ingresos por debajo de la línea de pobreza (lo necesario para satisfacer las necesidades mínimas de una familia). Esto representa aproximadamente tres millones 148 mil personas. Dichas estimaciones resultan de una tasa de pobreza para el semestre del 13,2 por ciento (medida sobre la cantidad de personas), 2,1 puntos inferior a la correspondiente a igual período del año anterior. La caída en la pobreza, según los registros oficiales, muestra sin embargo notables diferencias de acuerdo con la región. En el mismo período bajo análisis, la proporción de hogares pobres en la ciudad de Buenos Aires aumentó en más de un 30 por ciento.

Si el porcentaje de pobreza en áreas urbanas fuera similar en las zonas rurales y otros centros urbanos no encuestados, la cantidad de personas pobres estaría en el orden de los cuatro millones. Sin embargo, el índice por aglomerado está señalando que la pobreza es mayor en los centros urbanos mayores (de 500 mil habitantes o más) que en los más pequeños: el índice de pobreza en los primeros es del 15,8 por ciento y en los últimos, del 12,5. La indigencia, que es parte de la pobreza (ingresos por debajo de los necesarios para garantizar la alimentación del grupo familiar), se ubicó en el orden del 3,5 por ciento. Es decir, que uno de cada cuatro pobres es indigente.

Los niveles de pobreza manifiestan una muy fuerte variación estadística a lo largo de la última década. Con niveles del orden del 20 al 30 por ciento desde los 90 hasta el 2001, se elevó con la distribución regresiva del ingreso que provocó el estallido de la convertibilidad y la devaluación del peso durante la primera mitad de 2002, llegando a niveles cercanos al 60 por ciento de la población urbana. Lentamente primero, y más aceleradamente a partir de mediados de 2003, se produjo una recuperación del empleo y los salarios que recompuso los ingresos de los sectores más castigados. Del 54 por ciento de personas en situación de pobreza en el primer semestre de 2003, el índice bajó 10 puntos para la primera mitad de 2004 (44,3 por ciento), otros 10 para el segundo semestre de 2005 (33,8), 10 puntos más cuando se midió el primer semestre de 2007 (23,4) y otros 10 desde entonces hasta el último registro (13,2 por ciento en el segundo semestre de 2009). Más allá de las dudas sobre las mediciones estadísticas de ingresos y precios de la canasta familiar, la tendencia es comprobable.

La discrepancia entre regiones es el rasgo más notable que surge de la última encuesta. Las provincias del Noreste (Corrientes, Formosa, Chaco y Misiones) siguen “a la cola” del proceso de reducción de la pobreza. No obstante el descenso en cinco puntos con respecto al año anterior, todavía muestran tasas promedio del 23,5 por ciento de población en situación de pobreza. Es decir, que superan en más de diez puntos al resto del país. En el otro extremo, social y geográfico, la Patagonia exhibe una envidiable tasa del 6,4 por ciento de población urbana pobre, con un sorprendente resultado para Río Gallegos, con el 1,1 por ciento.

Otro dato llamativo es la evolución de la pobreza en las grandes ciudades. La autónoma Buenos Aires quedó al margen de la baja del índice, evidenciando un aumento de ocho décimas en la proporción de población pobre (pasó del 5,3 al 6,1 por ciento entre 2008 y 2009) y de más de un punto medido por hogares pobres (aumentó del 3,4 al 4,5 por ciento). Es decir, tenía un 32 por ciento más de hogares pobres en 2009 que en 2008, de acuerdo con la estadística. También se deterioró la situación social en Gran Santa Fe, San Nicolás-Villa Constitución y Mar del Plata (la pobreza creció a 16,6, 13,3 y 10,2 por ciento de la población, respectivamente), mientras que se mantuvo constante en Gran Rosario (13,8 por ciento).