Domingo, 1 de marzo de 2015 | Hoy
EL MUNDO › A UN AÑO DE LA ANEXION, MUCHOS ESTAN CONTENTOS, PERO OTROS EXTRAÑAN SER PARTE DE UCRANIA
Obtener un nuevo documento de identidad es el principal obstáculo para los crimeos. Las sanciones europeas, la dificultad para conseguir licencias y permisos, y el carácter estricto de las leyes rusas también se hacen sentir.
Por Agustín Fontenla
Desde Sebastopol
Sebastopol es el rostro más pro ruso de Crimea, sobre todo por la presencia de la flota rusa desde hace años. Aquí la mayoría de la gente está satisfecha con su nuevo estatus político, a pesar de los inconvenientes que genera adaptarse a un nuevo país. “Nadie dijo que sería fácil. Debemos esperar unos años a que se estabilice la situación”, manifiesta Evgeniy Barkhatov, segundo oficial en una compañía de buques mercantes en Sebastopol. “El mayor problema es con los documentos. Cuando fui a hacer el trámite, tenía 10 mil personas antes en la cola.”
Barkhatov cuenta que su madre es de Uzhgorod, una ciudad ucraniana prácticamente en la frontera con Eslovaquia, mientras que su padre nació en Sebastopol. Sobre la guerra en el este de Ucrania, dice que la familia de su madre sostiene que Rusia invadió Crimea. Para él, eso no es cierto, “nadie nos puso un revólver en la cabeza para votar en el referéndum”.
Un año atrás, la península de Crimea era parte del territorio ucraniano. En Kiev, las protestas contra el presidente Viktor Yanukovich por cancelar la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea, la corrupción y la crisis económica alcanzaban su punto máximo de violencia. El gobierno ucraniano, aliado de Moscú, se tambaleaba, y era inminente un cambio en la cúpula del poder. En ese contexto, Vladimir Putin ordenaba iniciar una operación razonada y silenciosa para garantizarse el control del puerto de Sebastopol en el Mar Negro, sitio de la flota rusa, y de toda la región de Crimea. En cuestión de días, un ejército con tropas sin identificación doblegaba al ejercito ucraniano con una combinación de buenos modales y armas de guerra. Mientras, en el parlamento y el gobierno crimeo cambiaban las autoridades en un proceso que olía poco a democracia. En una semana, votó un referéndum a favor de la integración al Estado ruso por aplastante mayoría.
Pavel Babushkin es encargado de un local de venta de computadoras. Afirma que las ventas se mantienen en el mismo nivel pero que ha cambiado el tipo de cliente. “Antes un 60 por ciento eran compradores individuales y el resto corporativo. Ahora sucede lo contrario. Se debe a la cantidad de nuevos emprendimientos en la región”, interpreta. A la pregunta sobre qué ha cambiado en general, responde que las leyes rusas son más estrictas. “La semana pasada vino la Policía de Inmigración a controlar que los empleados estuvieran registrados. Aquí todos están en regla, pero mi novia es de Nikolaev (al sur de Ucrania) y no tiene documentos rusos. Es muy difícil que los consiga porque está aquí desde hace dos años y trabaja ilegalmente, sin embargo su situación a ellos (la Policía de Inmigración) no les importa”. Babushkin nació en Rusia y se mudó a Sebastopol hace veinte años, pero eso no despierta discusiones con su novia respecto a la guerra. “No veo diferencias entre rusos y ucranianos”, afirma para zanjar la cuestión.
Los cambios no son positivos para Sergey Kapatcina, encargado de un flamante restaurante en el centro de Sebastopol. “La prensa rusa dice que aquí todo está bien, pero es mentira.” En su negocio, uno de los principales problemas es con la licencia para la venta del alcohol. “Ahora contamos con ella pero sólo un 15 por ciento en la ciudad la ha conseguido.” Otra de las dificultades es respecto a los bancos. Muchos de ellos han cerrado y las instituciones rusas que aún operan fueron alcanzadas por las sanciones aplicadas por Estados Unidos y la Unión Europea a Rusia, incluida Crimea, a propósito de la anexión y la guerra en el este de Ucrania. “Es muy difícil que te otorguen un crédito, y si lo consigues, debes esperar mucho tiempo. Al ya crítico estado del sistema bancario, se suma el bloqueo que Visa y MasterCard impusieron para las operaciones con sus tarjetas desde diciembre en la región. Aunque Kapatcina alterna su relato con sonrisas asegura que además tienen problemas con la electricidad y el agua, ya que ahora los proveedores son rusos, y últimamente con los teléfonos, pues “las compañías dejaron de ser ucranianas y sus números se adaptaron a la norma rusa”. Kapatcina cuenta con un hermano en Lvov, una de las urbes más pro europeas en territorio ucraniano, sin embargo ello no ha modificado su relación. Las discusiones sobre la guerra se deben a que “ni rusos ni ucranianos cuentan con información fiable”.
Ekaterina Evgenevna estudia en Kiev y es una de las que prefirió irse de Crimea. “No estoy de acuerdo con la anexión. Rusia no tiene derecho a intervenir en las fronteras de Ucrania ni tiene derechos sobre Crimea. Sentí que me robaban mi casa.” Su familia es rusa, el padre nació en Perm y su madre en Kamchatka, pero ambos viven en Simferopol. A ella la guerra le toca más de cerca y le preocupa que no acabe rápido: “No va a terminar si Rusia no sufre un impacto por lo que está haciendo”.
Valeria Alekseevna es una ingeniera jubilada que trabaja en un instituto educativo. Cuando tiene que opinar sobre la integración a Rusia, no oculta su felicidad. “Siento que ahora estoy en casa. Antes debía hacer los documentos en el idioma ucraniano y ahora puedo hacerlos en ruso.” De las nuevas condiciones, sólo le preocupa el aumento de precios, aunque aclara, “es principalmente por las sanciones”, y agrega que “sólo llevamos un año de transición; la situación va a mejorar.”
Las posibilidades se multiplicaron desde que Crimea se unió a la Federación Rusa, asegura con entusiasmo Yuri Gula, recién graduado en economía. “Con el título de bachiller en Rusia ya puedes trabajar en cualquier empresa, pero en Ucrania necesitas hacer una especialización o un master.” Sin embargo, Gula no considera la idea de ir a Moscú o buscar algún empleo relacionado con sus estudios en Crimea. “Estoy pensando en unirme al ejército de Rusia. Aquí un militar es muy respetado, y los salarios son de los más altos.” Su decisión aún puede esperar, porque al igual que muchos habitantes de Crimea, aguarda sus nuevos documentos.
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