Domingo, 22 de octubre de 2006 | Hoy
EL MUNDO › BRASIL
Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
Brasil apoya a Venezuela, ma non troppo. El respaldo dado a Hugo Chávez para que ocupe durante dos años un sillón en el Consejo de Seguridad de la ONU es real, pero menos decidido de lo que podría ser. En dos declaraciones recientes de Amorim pueden hallarse los motivos de la tibieza mostrada, hasta el momento, por el Palacio de Itamaraty. En septiembre, luego de que Chávez, en la ONU, comparara a Bush con el diablo, el canciller brasileño tomó prudente distancia y definió al gobierno de EE.UU. como “amigo”. Explicación: Brasil anhela ocupar un lugar permanente en el Consejo de Seguridad, una faena de suyo difícil, que sería imposible para cualquier país que se permita demonizar a Washington. Esta semana, al ser consultado sobre Chávez y Lula, Amorim formuló, sutilmente, una comparación. No se refirió explícitamente al líder bolivariano, pero sí dejó claro que tiene un perfil distinto al del presidente brasileño, a quien definió como “reformista, democrático, moderado y (dispuesto al) diálogo”. Y agregó que Brasil no disputa el liderazgo regional con Venezuela. En realidad, Brasilia ha perdido terreno desde la irrupción de Chávez, aunque siga gozando de fuerte influencia, y no está dispuesta a dar la vida para que Venezuela conquiste una tribuna en la ONU.
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