“Moyano tiene gente pesada en la popular.” La descripción le pertenece a Daniel “El Gitano” Ocampo, un ex jefe de la barra brava de Independiente. Esa frase reproducida en un extenso reportaje del suplemento deportivo de Clarín el 21 de mayo de 2000, no necesita actualización. Con sólo observar la repetición de las imágenes filmadas en la quinta de Perón el martes último, podría verificarse hasta dónde llega la relación del dirigente camionero con algunos de esos matones multifunción.

El Polaco le hizo de escudo durante la refriega a Julio Piumato, el líder sindical de los judiciales y aliado de Hugo Moyano. Mientras tanto, el chofer de su hijo Pablo, Emilio Quiroz, la emprendía a balazos desde afuera de la quinta contra sus adversarios de la Uocra. En Independiente no toda la barra les respondería a los Moyano, aunque nadie se atrevería a discutir por qué más de una vez ha flameado en la tribuna de la visera una bandera de considerable tamaño con la inscripción: “Moyano conducción, Sindicato de Camioneros”.

Como si estas adhesiones no bastaran, padre e hijo mantienen cargos de cierto relieve en el club. El primero como referente del oficialismo en la asamblea de representantes –fue su único orador el 25 de agosto del año pasado cuando se aprobó la convocatoria de acreedores– y Pablo como vocal de la comisión directiva, pero por sobre todo porque maneja su propio enclave en el predio de Villa Dominico donde se entrena el plantel de Primera y juegan las divisiones inferiores.

Los opositores de la Lista Roja de Independiente pueden dar fe de cómo los muchachos que siguen al camionero hacen de las suyas puertas adentro. En aquella asamblea, el vicepresidente de esa agrupación, Daniel Ferro, casi no termina su discurso. Y otro adversario del oficialismo fue zamarreado por la barra. Un juego de niños al lado de los sucesos de San Vicente.