Domingo, 19 de agosto de 2007 | Hoy
EL PAíS › EL ESCANDALO DE ANTONINI WILSON SE MEZCLA CON LA CAMPAÑA LEGISLATIVA VENEZOLANA
Ayer hubo una manifestación en apoyo de Pdvsa, acusada por la oposición a Chávez de corrupción. El oficialismo la defiende y define el escándalo como una herramienta de ataque opositor en medio de la campaña por la reforma de la Constitución.
Por Luis Bruschtein
Desde Caracas
“Los trabajadores de la industria petrolera tenemos que saber que estamos bajo la lupa, pero no por eso vamos a permitir que se hable mal de nuestro trabajo, que se mienta”, afirmó Luis Vierma, el vicepresidente de Producción y Exploración de Pdvsa, la petrolera estatal venezolana. Vierma fue el único orador del acto de los obreros del petróleo que se realizó ayer frente al edificio central de la empresa, en la zona de La Campiña, en esta capital. El acto de los petroleros se realizó en el mismo lugar donde sectores de la oposición habían anunciado que marcharían, pero en este caso para denunciar la corrupción. En este escenario polarizado, el famoso maletín de Guido Antonini Wilson parece un bote en la tormenta, una discusión difícil donde entran en juego variables que van mucho más allá del enigmático personaje.
Cuatro o cinco mil trabajadores se habían reunido en el acto, vestidos con las camisetas y gorras rojas del chavismo, llevando banderas de Venezuela y carteles en defensa de Pdvsa, frente a lo que ellos definen como una ofensiva de la oposición a partir del caso del maletín que llegó a Argentina con 800 mil dólares. Pero esta fue una de las pocas manifestaciones públicas con relación a la famosa valija, en una Venezuela que se encuentra en pleno debate por la reforma de la Constitución. “Aquí, lo que está en juego, de verdad, es que la derecha quiere echar a Hugo, y nosotros queremos que se quede”, explica Efraín, uno de los manifestantes que inmediatamente pasa a contar los logros de la revolución bolivariana.
La reforma que presentó el presidente Hugo Chávez ante la Asamblea Nacional apunta a unos pocos artículos de la Constitución, menos del diez por ciento del total, porque de lo contrario debería convocar a una asamblea constituyente. En las nuevas propuestas se institucionalizan las formas de participación popular directa, se plantean nuevas formas de propiedad, además de la privada, pero la que se discute con más ardor por parte de la oposición es la que incorpora la reelección presidencial por tiempo indefinido.
A eso es lo que apunta Efraín cuando explica el fondo de la cuestión. Es real que la llegada del empresario Guido Antonini Wilson con su famoso maletín a la Argentina se dio en circunstancias poco propicias para ambos gobiernos. En Argentina comienza una campaña electoral presidencial y en Venezuela se da esta pelea por la reforma constitucional que permitiría la reelección de Chávez. Por eso aquí ni la oposición ni el oficialismo sueltan prenda. Desde el gobierno lo asumen como una campaña de los medios. Y desde los medios opositores se presenta el tema como muestra de una corrupción total.
Sin embargo, Efraín reconoce que “alguna mano peluda siempre puede haber, como en cualquier lado”, dando a entender que si se trata de corrupción, eso no significa para él que todos sean corruptos y mucho menos le quita su entusiasmo chavista. Al entrar a Caracas desde el aeropuerto de La Guaira, hay un enorme cartel sobre la carretera que dice: “Construyendo el Socialismo Bolivariano” con una estrella de cinco puntas al costado. “Esto es una obra de arte”, afirma el remisero al cruzar un enorme puente que se acaba de inaugurar. También es chavista y vive en una barriada popular de La Guaira. Pero Caracas no tiene el aspecto de la capital ascética de un país socialista y por el contrario se percibe la prosperidad y el alto nivel de consumo que ha traído la bonanza petrolera.
La propuesta de reforma constitucional que consolida las bases de este socialismo bolivariano será discutida primero en la Asamblea Nacional y luego se presentará a un referéndum. Pero en las últimas elecciones legislativas, la oposición cometió el error de abstenerse para boicotear al gobierno, con lo cual casi no tiene presencia. Por el otro lado, los medios de comunicación más importantes son todos abiertamente opositores. De esta manera se establece una especie de diálogo de sordos en el cual se inserta también el famoso maletín. El gobierno sólo se refiere a este caso a través de las declaraciones de la justicia o de comunicaciones institucionales, como la del jueves, cuando Pdvsa aceptó la renuncia del presidente de la delegación argentina de la empresa, Diego Uzcátegui Mathéu, o concentraciones políticas como la de ayer en La Campiña. Los medios, por el contrario, publican páginas enteras del caso y destacan muchas de las declaraciones de los dirigentes políticos de oposición de Argentina y Uruguay. Ayer, por ejemplo, le dieron mucha importancia a las declaraciones de Roberto Lavagna al Mercurio, de Chile, donde afirma que “el gobierno de Chávez ha cobrado una influencia muy preocupante” (en Argentina) y que los dólares de Antonini serían para financiar grupos políticos sureños.
El gobierno se atiene al texto con el que le fue aceptada la renuncia a Uzcátegui: “Toda vez que se han detectado transgresiones a nuestra normativa interna, y en aras de facilitar las investigaciones...” señala el comunicado. En esferas oficiales, la transgresión a las normativas internas fue haber incorporado un pasajero extraño al vuelo. Esa es la falta reconocida, y lo demás, o sea el intento de introducir los 800 mil dólares queda por ahora bajo responsabilidad de ese pasajero, Antonini. El resto lo deberá investigar la justicia. Por esta razón, el Parlamento se negó a debatir el tema, al considerarlo, por el momento, como la falta menor de un funcionario en particular.
Es cierto que este escándalo tiende a interferir con la discusión de la reforma constituyente y por lo tanto con la iniciativa del presidente Hugo Chávez. Pero la oposición, que ayer debió suspender nuevamente su marcha, carga las tintas en Pdvsa, tratando de mellar la herramienta económica estratégica sobre la que se asienta la administración chavista, que en estos últimos años convirtió a Venezuela en el tercer exportador de petróleo del mundo, produciendo 3,2 millones de barriles por día. Por eso, al hablar en el acto de ayer a los trabajadores petroleros, Luis Viarma advirtió que “lo que quieren hacerle a nuestro ministro (por Rafael Ramírez, presidente de Pdvsa y ministro de Energía y Petróleo) y a nuestros cuadros gerenciales se lo están haciendo al corazón de Venezuela, a toda la industria petrolera”. Para el gobierno venezolano fue duro ceder a uno de esos cuadros en un golpe que roza a Ramírez, uno de los ministros con mayor prestigio.
El que sí quedó en una situación incómoda fue el gobernador del Estado de Cojedes, Johnny Yánez Rangel, ya que aparece junto a Antonini en Uruguay, en una de las dos fotografías que se ha publicado del viajero del maletín y que también son las únicas que han circulado aquí en Caracas. El gobierno de ese Estado mantuvo relaciones comerciales con una de las empresas en las que estaría involucrado Antonini (ver aparte).
El condimento que faltaba lo puso el Washington Post en un editorial que ataca duramente a Chávez y toma el escándalo del maletín como caballito de batalla: “El destino de los 800 mil dólares que un empresario venezolano intentó ingresar a Buenos Aires sin declarar es el misterio más caliente del momento en Suramérica, pero también es una metáfora de la manera en que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez busca construir un frente regional antinorteamericano”, señaló el periódico norteamericano con un inocultable tono despreciativo y no sólo hacia Chávez.
El proceso político venezolano hace que la discusión nunca se quede en un solo lugar. Entre la estridencia de los pitos, el griterío ensordecedor de las consignas y bajo el chaparrón intermitente de esta época de lluvia en Caracas, Antonia, una señora que se protege el pelo con una gorra de plástico como las que se usan para la ducha, afirmaba ayer en el acto de La Campiña: “Tenemos nuestra dignidad, no queremos vivir sometidos a Bush, nosotros no nos metemos con ellos, que ellos no se metan con nosotros”.
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