Domingo, 6 de abril de 2008 | Hoy
Por Mario Wainfeld
Nada tiene de ilícita la costumbre del oficialismo de discutir sobre lo publicado, de responder, de intentar hacer valer su propia mirada. Cómo se hace o qué se dice es cuestión que puede sopesarse caso por caso. Lo sustancial es quienes fueron objeto de la crítica pueden revertir la ecuación y transformarse en sujetos que proponen su visión de la realidad. El ejercicio concreto de ese derecho, como todos, está supeditado a reglas legales y también a criterios de razonabilidad o de tolerancia. Todo debate exige un grado de calidad de los actores, mayor en proporción directa a su peso e investidura.
Así las cosas, hizo mal la Presidenta al aludir, como lo hizo, a Hermenegildo Sábat en su discurso del martes pasado. Fue impropia y torpe la expresión “cuasi mafiosa”, en la que el “cuasi” no apacigua la gravedad de la acusación.
La caricatura gráfica, el humor político, es un registro particular de la libertad de prensa. Tiene una densa tradición en la Argentina, de la que Sábat es un hito importante. Las incumbencias de ese formato son particulares, tanto que les están permitidas incursiones vedadas a los que nos valemos de la palabra: por ejemplo solazarse en las características físicas de los protagonistas, acentuar sus rasgos más chocantes, parodiarlos, ridiculizarlos.
Es un exceso denunciar, en un acto masivo que daba (y en el que se hicieron) enunciaciones mejores, un dibujo de un profesional. El cronista miró la caricatura esa mañana y la releyó “n” veces luego. No comparte la traducción que hizo la Presidenta (más bien piensa que es una sugerencia sobre los roles relativos de los dos Kirchner, el “doble comando”) pero no le parece que ése sea el punto.
Fuera cual fuera el mensaje pretendido de Sábat, nada habilita a negar que hizo uso de sus incumbencias, sin transgredir ninguna regla del juego democrático.
Sábat es un profesional eximio, según el escrutinio de sus colegas y de muchas personas de a pie, incluido el lector que firma estas líneas. Pero el cronista cree que todo lo antedicho no se aplica sólo al caso de Menchi Sábat sino que más bien se extendería a colegas menos prestigiosos o dotados, esto es a la inmensa mayoría de sus colegas.
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