Domingo, 18 de noviembre de 2007 | Hoy
En agosto de 2006, el polémico obispo castrense Antonio Baseotto fue invitado a dar misa en Luján. No se trataba, por una vez, de uniformados, sino del Círculo de Formación San Bernardo Claraval, uno de los frentes “culturales” del fascismo católico nucleado en la revista Cabildo. El Círculo realiza regulares Encuentros de Formación Católica en los que dictan charlas varios sacerdotes en actividad y “pensadores” como los hermanos Caponnetto y varios colaboradores de su revista. El invitado de honor de ese año era el italiano Ennio Innocenti, un sacerdote que recorre un circuito internacional de fascistas dando charlas. El encuentro iba a ser, como era regularmente desde 1996, en la Villa Marista de Luján y este año incluía procesión y misa con el superstar de la derecha dura. No pudo ser: Página/12 reveló que el obispo estaba faltando a su palabra de mantener su bajo perfil y le cerraron la catedral de Luján. La procesión fue breve, hostil y rodeada de cámaras, y la misa se dio dentro de la Villa.
La última edición de Cabildo revela que la historia no terminó ahí. Según una dolida y agresiva carta firmada por María Victoria O. de Gristelli, presidenta del Círculo y casada con uno de los hermanos Gristelli, dueños de la librería neonazi Santiago Apóstol, los hermanos maristas se niegan ahora a alquilarle su Villa para los encuentros. La nota se titula “¿La admisión de los católicos en la Villa Marista de Luján la aprueban los marxistas?”. Su introducción no está firmada pero tiene el estilo esplenético de Caponnetto, con frases como “fuimos difamados, agredidos y amenazados por el histérico cuanto cobarde bolchevismo local, que coronó su estulticia declarando personas no gratas a Monseñor Baseotto y Antonio Caponnetto”. La carta crea una selva de citas bíblicas y abunda en mayúsculas, una pasión ortográfica del nacionalismo, pero tiene un planteo muy simple. Por un lado, plantea que el Círculo no tiene miedo “del martirio” y hasta se coloca con los “cuarenta millones de mártires de la Iglesia”, nada menos. Desde estas alturas morales, acusan a los maristas de arrugar, de intentar ser “normales” y hasta de cobijar entre sus filas a gentes que considera normal las inquietudes sexuales de los adolescentes o dudan de la “Virginidad de María Santísima”.
Lo que la autora, su Círculo y su revista no parecen entender es que los eventos del 20 de agosto del año pasado no fueron una acción “de martirio” o siquiera de testimonio sino un simple papelón. Los hermanos maristas, que se sepa, no se dedican a la política de ultraderecha y simplemente no querrán quedar asociados a Cabildo. Con salir de la burbuja lo entenderían.
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