Domingo, 1 de abril de 2007 | Hoy
–¿Lo tomó por sorpresa la queja de Nicholas Burns, el número tres del Departamento de Estado, respecto del acto de Chávez en Ferro?
–Sí, me sorprendió. Fue un acto realizado en un país soberano, en el que el Gobierno no participó. No hay por qué reaccionar ante eso. Venezuela es un país muy cercano, se ha sumado al Mercosur, nuestro intercambio comercial creció mucho en estos años. Y, ya que hablamos de Malvinas, seguramente Venezuela junto a Perú fue el país que más acompañó a los argentinos en esos momentos.
–Convengamos en que el gobierno argentino tiene una costumbre particular, que es permitir o fomentar actos masivos con gobernantes extranjeros: Fidel Castro, Evo Morales, Michelle Bachelet, Chávez más de una vez. Más allá de cómo se lo juzgue, es bastante inusual...
–No me parece que sea tan inusual. Chávez también hizo un acto en Harlem y cuestionó al presidente Bush.
–¿Cómo queda parada la Argentina en el escenario internacional dada la estrecha relación de Chávez con el presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, y este nuevo enfriamiento del vínculo con Estados Unidos?
–No creo que sea una cosa que quedemos parados de una u otra manera. Nosotros somos la Argentina, tenemos relación con muchísimos países y con algunos países, sobre todo de la región, tenemos relaciones más fraternas. No veo que tener buena relación con un país de la región tenga que afectar nuestra inserción. Nuestra inserción y nuestras alianzas políticas son claras. No son necesariamente las mismas que tienen muchos de nuestros amigos. Volviendo al tema Malvinas, muchos de nuestros países amigos tienen una posición distinta a la nuestra porque tienen una gran amistad con Gran Bretaña. No por eso dejan de ser amigos nuestros. No es un tema que tenga que producir grandes definiciones.
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