Domingo, 17 de julio de 2016 | Hoy
Por Mario Wainfeld
El carapintada y ex intendente Aldo Rico participó en el desfile de veteranos de Malvinas, suscitando reacciones críticas de varios sectores, incluyendo a dirigentes radicales como el diputado Ricardo Alfonsín. El Ministro de Defensa, Julio Martínez, un correligionario de la UCR, se excusó lo mejor que pudo: patéticamente. Adujo que no estaba anoticiado de la presencia del golpista Rico, que hay muchas agrupaciones de voluntarios, que es complicado conocerlas a todas. Lo es, ciertamente, pero estar al tanto es responsabilidad del ministro que alega su propia torpeza.
El subsecretario de Juventud de la Nación, Pedro Robledo, recibió en la Casa Rosada a militantes del partido neonazi que conduce Alejandro Biondini. “Peter” Robledo, un joven dirigente macrista, argumentó por twitter lo mismo que Martínez. No sabía quién participaba, dejó la impresión de que los neonazis se habían colado… poco serio.
Cuesta pensar que lo hayan hecho adrede, tal vez es más verosímil que se les hayan escapado sendas tortugas gigantes. Aún si así fuera, es chocante la impericia y falta de información de que hicieron gala. Hace juego con la del Ministro de Energía, Juan José Aranguren, quien confiesa que desconoce aspectos básicos de su labor, que va aprendiendo a costa de los contribuyentes.
La chocante magnitud de sus ignorancias sumadas se agrava porque las tortugas siempre se fugan para el mismo lado: a la derecha sea ésta militar, ideológica o económica.
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Otro cantar fue el encuentro clandestino que mantuvieron, semanas ha, el ministro de Justicia, Germán Garavano, con la apologista de genocidas Cecilia Pando. El cónclave se ocultó y fue develado por Página/12. Garavano dijo, recién entonces, que Pando fue a reclamarle por las condiciones en que están encarcelados distintos represores. No aclaró si tiene abierta su agenda para cualquier ciudadano del común pariente de presos sin condena ni procesamiento como Milagro Sala, sin ir más lejos (ver nota principal).
Más grave fue el palique entre el presidente Mauricio Macri y el titular de la Corte Ricardo Lorenzetti que no se anunció ni fue fotografiado por las solícitas cámaras de la Casa Rosada. La tenida tampoco fue informada en el portal Centro de Información Judicial que maneja la Corte, que acostumbra ser prolífico en anuncios sobre cualquier charla de Lorenzetti. O por reseñar asuntos tan acuciantes como la visita del senador mexicano Raúl Cervantes Andrade a la jueza Elena Highton de Nolasco.
El silencio acrecienta la ínsita gravedad de la reunión entre el titular del Ejecutivo y el del Poder Judicial justo cuando la Corte debe hacerse cargo del juicio en el que se dejó sin efecto el tarifazo por el servicio de gas. Tener contacto con una de las partes viola las reglas escritas fijadas por la Corte.
La necesidad de un fallo serio como el de la Cámara de La Plata exigía otro comportamiento. Y arroja un velo de sospecha respecto de un caso de importancia institucional.
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