Domingo, 2 de septiembre de 2007 | Hoy
Por Adrián De Benedictis
Afuera de la cancha, ¿existen también los famosos “códigos”?
–Yo no sé qué son los códigos. Entiendo que todo grupo debe tener su intimidad. Pero no me llevo bien con esa palabra. Yo era espontáneo y no pensaba la respuesta.
–¿Eso te perjudicó en alguna oportunidad?
–No creo. Hoy soy más creíble. Esa es la sensación que tengo, tal vez esté equivocado. Pero cuando hablo siento que la gente me cree, y eso tiene un valor incalculable.
–Pero ahora, a la distancia, ¿te arrepentís por ejemplo de aquel gesto (convirtió un gol y se apretó la nariz con la mano) a la hinchada de Boca cuando jugabas en Racing?
–Claro. Son reacciones, y uno va aprendiendo de los errores. Lo que pasa es que mi error quedó como algo terrible, y no debe ser así. Ahora siento que pasé por arriba de eso. El tiempo acomoda.
–¿Cuál sería el Latorre de esta época?
–Es difícil. Mi puesto era complicado, no era ni enganche ni delantero. Era completo en ofensiva y era incompleto en otras funciones. Cuando mi equipo no tenía la pelota me distraía mucho.
–¿Qué te faltó para ser ídolo de Boca?
–Si me faltó un paso más quizá no estaba capacitado para dar un paso más. O mi relación se vio empañada por cosas que han pasado, y disfrazaron lo que he sido como jugador. O por ahí no me daba para más, y la gente puso más expectativas de las que yo tenía sobre mí, o las que realmente concordaban con la realidad. Vos creés que un tipo puede llegar a un diez, y ese tipo es ocho o siete.
–¿Estás conforme con la carrera que hiciste?
–Es que hay cosas que dependen de los gustos, de los momentos, de los entrenadores. Sería hipócrita si te digo que no me hubiera gustado jugar un Mundial, o jugar en el Milan, pero no todos pueden hacer eso. Creo que hice una buena carrera, a la altura de lo que esperaba.
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