Domingo, 30 de julio de 2006 | Hoy
EL MUNDO › ESCENARIO
Por Santiago O’donnell
No es posible festejar una guerra, pero sí comer pochoclo y mirar la película como hace en estos días George W. Bush. “Crisis externa” es el eufemismo que emplea Washington cuando pasa algo así. Nada mejor para un presidente con bajo rating.
Como él mismo dijo ayer, más que una crisis se trata de una oportunidad. Si no fuera una guerra, sería casi perfecta. Para empezar, no involucra a soldados norteamericanos. Eso tranquiliza a la opinión pública estadounidense. Quizá demasiado. Doug McGill, un ex periodista del New York Times, cuenta que la guerra, al principio, le pareció tremendamente aburrida. Por eso la ignoró durante cinco días. Pero después le picó el bichito, llamó al editor del diario local, en su ciudad de Minnesota, para preguntar por qué no había más menciones de la guerra en la tapa del periódico.
“Contesto el teléfono. Leo cada e-mail y escribo un blog que tiene rebote del público, y no escuché de un solo lector que quiera saber más de Israel-Líbano”, contestó Jay Furst, editor del Rochester Post Bulletin, según un artículo publicado en www.poynter.org, la principal ONG de periodismo en Estados Unidos.
La guerra no tendrá el impacto mediático de una final de fútbol americano pero tampoco es despreciable. Bush la aprovechó para darle una exclusiva a la revista Newsweek, un arreglo que incluyó acceso “privilegiado y espontáneo” durante cuatro días, para mostrar cómo manejó a los líderes mundiales durante la reunión del G-8 mientras llovían misiles entre el Líbano e Israel, “algo prácticamente inédito para un presidente, especialmente durante una crisis internacional”, se ufanó el jefe de redacción de Newsweek, que no es precisamente una publicación oficialista.
“¿Qué pasó con el sueño de la Pax Americana en Medio Oriente, el de un gobierno amigable en la Irak post-Saddam, y de democracias surgiendo como hongos en toda la región? Qué basura. Estados Unidos se empantanó, Israel se encuentra bajo amenaza, el Líbano está colapsando, Irak está al borde de una guerra civil, e Irán aviva el fuego en la región mientras desarrolla su programa nuclear y llama a borrar a Israel del mapa. Y en aquellos desafortunados lugares donde tuvieron lugar actos eleccionarios, los islamistas barrieron las urnas, a caballo del resentimiento popular contra Estados Unidos, Israel y el Oeste”, sacudió Newsweek desde su página editorial.
Pero según la revista, Bush está muy tranquilo. Para Bush, la guerra muestra quién es quién. A nadie le quedan dudas dónde están los terroristas. No se podrá sancionar a Hezbolá porque no es un país, pero sí se puede aislar a Siria y a Irán. El mundo está de su lado. Israel es un ejemplo. Putin entiende de terrorismo porque tiene a Chechenia. Japón sabe lo que es sentirse amenazado. Francia, finalmente, tendrá que salir de su cómoda neutralidad y hacerse cargo de su responsabilidad histórica en el Líbano. Tendrá que aportar las tropas de la fuerza de paz. Turquía también puede hacer más: que mande tropas islámicas para reforzar el perfil multinacional. Jordania y Egipto siguen firmes, aunque cada tanto tengan que pedirle a Israel un poco de moderación. Tony Blair es prácticamente un amigo. ¿Acaso no le habían pedido una coalición?
Que prosiga, entonces, la destrucción de Hezbolá y que los verdaderos responsables se hagan cargo del daño colateral. El viejo cowboy no se hace demasiado drama. Come pochoclo con coca light en la suite privada del avión presidencial mientras repasa para el corresponsal de Newsweek sus logros en el manejo de esta crisis externa. “El conflicto actual es doloroso y trágico. Pero es también una oportunidad para grandes cambios en la región”, se entusiasma. Todo marcha ok en América latina. Bush se está ocupando de Medio Oriente.
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