Domingo, 9 de julio de 2006 | Hoy
EL MUNDO › LOS SERMONES ISLAMICOS RADICALES SE OYEN EN TODO EL MUNDO ARABE
Desde Siria, Libia y el resto del Medio Oriente, grandes grupos de combatientes viajan a Irak y Palestina dispuestos a morir.
Por Robert Fisk *
Desde Beirut
En las mezquitas de Sidón y Trípoli están alabando a los cuatro vientos sus “mártires” en Irak: palestinos y libaneses que hicieron su último viaje desde los barrios bajos y campos de refugiados del Líbano a la muerte en las desiertas inmensidades de la guerra de Irak. Uno de los combatientes palestinos más recientes –aunque los norteamericanos aparentemente no tienen idea de su nombre– murió en el ataque aéreo estadounidense a la guarida de Abu Musab al Zarqawi, el presunto jefe de Al Qaida en Irak.
La muerte de Saleh Qilawi, que supuestamente compartía la casa en Baba con Al Zarqawi, dos de sus esposas, un niño y otro hombre cuando los aviones estadounidenses dispararon dos misiles al edificio, fue aclamada por los parlantes de la mezquita en el campo de refugiados de Ein el-Helwe en Sidón.
Ahora están apareciendo pósters en las paredes de Trípoli, elogiando a más de 50 mártires, todos musulmanes sunnitas libaneses de la segunda ciudad más importante de Líbano, donde los sermones islámicos radicales se han vuelto cada vez más frecuentes desde la invasión norteamericana a Irak en 2003. Tanto en Trípoli como en Ein el-Helwe, pósters y pancartas declaran el apoyo de la población libanesa a “los héroes de Faluya”, el centro de la insurgencia iraquí en la provincia de Anbar, que se ha convertido en el campo de batalla para las tropas norteamericanas y sus oponentes árabes por más de tres años.
Qilawi dejó Sidón para ir a Irak hace un año, y llamaba por teléfono a sus padres periódicamente. Mientras celebraban su muerte –las familias de los libaneses y palestinos que mueren en la lucha contra fuerzas estadounidenses afirman que no tiene razón para llorar–, recibieron los saludos de miembros del movimiento Isbar al Ansar, al que las autoridades libanesas acusan de estar detrás de un levantamiento islamista en las montañas del norte de Líbano seis años atrás.
En el campo de Sidón, Darwish Hittu también está celebrando la muerte de su hijo Mohamed, quien murió hace una semana junto a su amigo Mohamed Yorshali. No se sabe cómo murieron, pero Mohamed Zaatari, un periodista local, aseguró que los mujaidines dejaron notas sobre su alistamiento en la Jihad y pidieron a sus padres que no lloraran.
Está claro que tanto en Sidón como en Trípoli, reclutadores locales buscan posibles combatientes para Irak. Un residente de Sidón dijo que no sólo el Isbar al Ansar, sino también el movimiento religioso Tawheed (“Unidad”) están involucrados en mandarlos a Irak. Pocos ocultan que los futuros mártires, que también están involucrados en ataques suicidas contra tropas norteamericanas, ingresan por Siria. Cuando The Independent reveló por primera vez que atacantes suicidas y militantes se estaban trasladando de Líbano a Irak en grandes grupos, una familia dejó claro en una entrevista que sus compatriotas estaban “esperando la orden para ir”.
Por lo tanto, para Líbano éstos son momentos tensos. La comunidad más grande del país, los chiítas, tiene muchos lazos en común con sus compañeros chiítas en Irak y están tremendamente afligidos por la destrucción de mezquitas y otros lugares sagrados, por la que los estadounidenses culpan a los insurgentes sunnitas. Numerosos prelados chiítas del sur y este de Líbano ahora miran a las ciudades mediterráneas de Trípoli y Sidón con preocupación, casi con suspicacia.
Dado que la comunidad Alawite que domina el poder político en Siria es chiíta –y la mayoría de los sirios son sunnitas– no es difícil entender las oscuras pesadillas que afligen a la población de esta región. Si el conflicto civil en Irak se moviera al oeste, podría abrir fallas religiosas de Bagdad a Líbano, una distancia de tan sólo 800 kilómetros, pero una impresionante perspectiva para todo el mundo árabe.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Virginia Scardamaglia.
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